Navidad y Pascua han sido vistas como los dos polos del año litúrgico, aunque en realidad es más importante la Pascua, mientras que la Navidad se aprecia como más popular y festiva.
Antiguamente, así como había cuarenta días penitenciales para preparar la Pascua, también había una cuaresma con las mismas características para preparar la Navidad. Como era para un día fijo (el 25 de diciembre), en consecuencia tenía que iniciarse también en un día fijo: la fiesta de san Martín de Tours, el 11 de noviembre, por lo que fue llamada "Cuaresma de san Martín".
Hoy, en cambio, nos dice la Iglesia que el Adviento es un tiempo de espera alegre y activa de la fiesta del nacimiento del Señor: es alegre, porque esperamos con certeza algo muy bueno y que nos atrae; es activa, porque no es una espera inmóvil, aburrida e incierta, ya que es para prepararnos ordenando todo, quitando lo negativo y adquiriendo todo lo que pueda hacer más alegre el encuentro. El Adviento nos ayuda porque es un espacio de espera del Señor, no sólo de su nacimiento sino también de su última venida, la definitiva, que llamamos Parusía o manifestación.
Material proporcionado por Padre Jorge Barros
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