Fallece Hugo Otaíza, impulsor de la catequesis especial



La Vicaría para el Clero comunica que ha fallecido a los 88 años de edad, el padre Hugo Otaíza López, residente de la casa destinada a sacerdotes ancianos y enfermos de la arquidiócesis

Durante su vida religiosa, se dedicó especialmente a transmitir la palabra de Dios a los católicos con discapacidad auditiva, realizando misas en lenguaje de señas e impulsando el trabajo pastoral entre quienes tienen capacidades diferentes.

Su cuerpo ha sido trasladado para su velatorio a la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en Avenida El Bosque 822, Providencia. 

Este viernes 17 de agosto se realizará una misa por el descanso del padre Higo Otaíza en dicha parroquia.

En tanto, la misa de exequias se realizará el sábado 18 de agosto a las 12:00 horas y su funeral se realizará en el Cementerio Católico de Santiago a las 14:00 horas.

El padre Cristian Castro T, Vicario para el Clero, invita a mantenernos unidos en la oración por el eterno descanso del padre Hugo Otaíza.

El sacerdote de los sordos oyentes

Durante su vida religiosa, se ha dedicado a transmitir la palabra de Dios a los católicos con discapacidad auditiva, realizando misas en lenguaje de señas e impulsando el trabajo pastoral en esta comunidad.

Cada domingo, viajan desde Maipú, La Florida, Puente Alto y otras comunas de Santiago, para asistir a la misa que se celebra a las 10 de la mañana, en la Parroquia San Francisco de Sales, en Santa Isabel con Manuel Montt. A pesar de la distancia, acuden cada semana puntualmente a esta ceremonia, porque a diferencia del resto, es realizada especialmente para ellos, católicos con discapacidad auditiva.

El precursor de esta iniciativa es el padre Hugo Otaíza, sacerdote diocesano de 84 años, quien ha dedicado su vida a trabajar con personas con capacidades diferentes. "Comencé con discapacitados mentales, formando grupos estables en diferentes zonas pastorales de Santiago para realizar catequesis especiales... Creo que algunos aún continúan funcionando", cuenta sentado en su sillón de lectura, en la casa que fue de sus padres y donde ahora es el único habitante. Dice que hoy, él y algunos sobrinos son los únicos sobrevivientes de su familia.

Estudió en el Liceo Lastarria y a los 18 años ingresó al Seminario. A mediado de los 70 fue capellán de la Escuela de aviación Capitán Avalos. Después asumió como párroco de la Parroquia San Isidro. Ahí conoció a personas con discapacidad auditiva, las que más adelante se convertirían en la Comunidad Católica de Sordos Oyentes. Esto lo motivó a aprender el lenguaje de señas. "Sentía que tenía aptitudes, porque soy una persona que si me amarraran las manos no podría relacionarme con la gente", comenta.

Esta capacidad de adquirir nuevas habilidades lo hizo destacarse desde su juventud. Monseñor Enrique Troncoso, actual obispo de Melipilla y compañero de Seminario del padre Otaíza recuerda esta cualidad: "Lo admirábamos por la facilidad que tenía para aprender. Es hermoso que eso lo haya puesto al servicio de lo pastoral y de las personas con capacidades diferentes".

En forma paralela, también fue párroco de la Parroquia San Juan Evangelista. Cuenta que en esa época conoció a María Isabel Sanz, quien se había especializado en trabajos pastorales. "Ella hizo cursos de lenguaje de señas y comenzamos a trabajar juntos. De a poco fue asumiendo la misión de formar catequistas laicos que pudieran enseñar a otros. Ella es la que hasta el día de hoy me ha respaldado en esta tarea", cuenta agradecido el presbítero.

María Isabel dice que el largo trabajo pastoral que han realizado en conjunto ha requerido paciencia, estudio y complementación. "Lo que más caracteriza al padre es que ama a Cristo y a la Iglesia por sobre todas las cosas", destaca.

Entusiasta y dedicado

El trabajo del padre Otaíza con las personas con discapacidad auditiva siguió creciendo y se consolidó en la Parroquia Nuestra Señora de Luján. Aún recuerda con nostalgia esa época en que, tanto oyentes como no oyentes, asistían a sus misas y había salas para hacer catequesis especiales. Pero cinco años después, en 2012, llegó el momento de su jubilación, aunque él dice que todavía se sentía con ánimo y ganas de seguir trabajando.

Su energía también es algo que lo caracterizó desde joven. Monseñor Troncoso recuerda que en el Seminario, solía ser muy entusiasta. "Además de destacarse como deportista, siempre estaba participando y organizando distintas actividades, era muy práctico, ordenado y cumplidor", cuenta.

Esto explica por qué el padre Otaíza, a pesar de su jubilación, continuó realizando misas en lenguaje de señas y con pizarra, esta vez en la Parroquia San Francisco de Sales. En los últimos dos años, ha faltado solo tres veces a estos encuentros, principalmente por problemas de salud, como sucedió hace un mes, cuando estuvo dos semanas hospitalizado. En estos casos, María Isabel realiza una liturgia para los asistentes.

Uno de los miembros de la comunidad es Andrés Guzmán, quien perdió la audición a los siete años, producto de una meningitis. Él -quien habla y lee muy bien los labios- participa de estas misas especiales desde que comenzaron en la Parroquia San Isidro. En este tiempo se ha convertido en uno de los principales colaboradores, apoyando la celebración del domingo y coordinando las actividades del grupo. "Siempre me ha gustado cooperar. No pretendo irme a la tumba con todo lo que aprendí, quiero compartirlo", asegura.

Otro integrante es Carlos Valdebenito, 32 años, quien cuenta que perdió la audición a los tres meses de vida, debido a una otitis. A pesar de esto, también aprendió a comunicarse verbalmente y a leer los labios. Asistió a la primera misa con el sacerdote en 1994 y actualmente es uno de los más participativos de grupo. "Me gusta ayudar a quienes tienen problemas y explicarles qué significa Jesús. Por eso colaboro en la misa, el padre siempre me ha apoyado, se preocupa, es buena onda con nosotros", cuenta.

El sacerdote diocesano también realiza confesiones y distintas ceremonias religiosas en lenguaje de señas, como matrimonios, bautizos, primeras comuniones. Pero, sin duda, uno de los eventos más significativos ocurre el 8 de diciembre de cada año, cuando celebra la misa en la Parroquia San Andrés, la cual convoca a personas con discapacidad auditiva de diferentes partes de Chile.

"Hemos hecho un largo trabajo pastoral. A la larga, se ha establecido una comunicación personal entre ellos y yo, incluso tenemos signos propios para entendernos", cuenta. Sin embargo, reconoce que no ha sido fácil, sobre todo por la dificultad para encontrar colaboradores. Por eso una de sus principales inquietudes es que, cuando él ya no esté, los católicos con discapacidad auditiva no queden a la deriva. "En este sentido el futuro es bien incierto", concluye con preocupación.

Por Mariela Thomas, Periódico Encuentro Febrero 2014

Fuente: Comunicaciones Santiago

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