La Palabra de Dios no está encadenada, sino que está lista para ser sembrada: así lo afirmó el Papa Francisco en la Audiencia General, concluyendo su ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles. El Santo Padre, que ha reflexionado en estos meses sobre el viaje de Pablo, quien de Jerusalén llega a Roma para de allí extenderse al mundo entero, hoy muestra a todos cómo se desencadena la siembra abundante de la Palabra de Dios.
El viaje de Pablo, que fue uno con el del Evangelio, es una prueba de que los caminos de los hombres, si se viven en la fe, pueden convertirse en un espacio de tránsito de la salvación de Dios, a través de la Palabra de fe que es un fermento activo en la historia, capaz de transformar las situaciones y de abrir caminos siempre nuevos.
Una Palabra "imparable" que quiere correr para comunicar la salvación
Hablando de la llegada de Pablo a Roma, con la que termina la historia de los Hechos de los Apóstoles, el Pontífice subrayó cómo la historia "no finaliza con el martirio de Pablo", sino "con la siembra abundante de la Palabra". De hecho, el final del relato de Lucas, centrado en el camino del Evangelio en el mundo, "contiene y recapitula todo el dinamismo de la Palabra de Dios, una Palabra imparable - dijo - que quiere correr para comunicar la salvación a todos".
En esta ciudad, aun siendo prisionero, Pablo recibió de la autoridad el poder vivir por cuenta propia, en una casa particular, “bajo custodia militar”. Esta situación le permitía recibir libremente a todos los que venían a encontrarlo, a los cuales anunciaba el Reino de Dios e instruía en el conocimiento de Cristo Jesús. Entre ellos había también algunos judíos, a quienes trataba de mostrar, a partir de la Ley y los Profetas, la continuidad entre la «esperanza de Israel» y la novedad de Cristo, en quien Dios cumplió sus promesas al Pueblo elegido.
La Palabra no está encadenada, está lista para ser sembrada
El Papa siguió explicando que después de este primer encuentro con los judíos, que estaban bien dispuestos, siguió otro más oficial durante el cual, durante todo un día, Pablo anunció el Reino de Dios, tratando de abrir a sus interlocutores a la fe en Jesús. Pero como no todos están convencidos, Pablo denunció "el endurecimiento del corazón del pueblo de Dios", lo que al final fue "la causa de su condena". En este punto del relato, observó Francisco, Lucas concluye su obra mostrándonos no la muerte de Pablo, sino el dinamismo de su sermón, de "una Palabra que no está encadenada", sino que está lista para ser sembrada "a manos llenas" por el Apóstol:
Los Hechos de los Apóstoles no se cierran con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra de Dios. La casa romana del Apóstol, abierta a todos los que buscaban y querían recibir el anuncio y conocer a Jesús, es imagen de la Iglesia, que no obstante perseguida, incomprendida, pecadora y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a todo hombre y mujer, para anunciarles el amor del Padre que se hizo visible en Jesús.
Evangelizadores valientes, construir un mundo más justo
Al final de la catequesis, saludando a los fieles de lengua española, el Papa animó a pedir al Espíritu Santo que estimule en todos nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y decididos para que, como san Pablo, vivamos la alegría del Evangelio y convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad abiertos a todos los hermanos. A los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados, alentó a abrir los corazones a las necesidades de la Iglesia y a que, siguiendo el ejemplo de Jesús, permanezcan cerca de los hermanos, construyendo un mundo más justo.
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