Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy pasamos a considerar la segunda parte del Padre Nuestro, en la que presentamos a Dios nuestras necesidades. Y la primera es el pan, que significa lo necesario para la vida: alimento, agua, casa, medicinas, trabajo. Es una súplica que surge de la misma existencia humana, con sus problemas concretos, cotidianos, que pone en evidencia lo que a veces olvidamos: que no somos autosuficientes, sino que dependemos de la bondad de Dios.
Los Evangelios nos muestran que para mucha gente el encuentro con Jesús se da, precisamente, a través de una súplica, pidiendo una necesidad: desde la más elemental, la del pan, hasta otras no menos importantes, como la liberación y la salvación.
En la invocación: «Danos hoy nuestro pan de cada día», Jesús nos enseña a pedir al Padre el pan cotidiano, unidos a tantos hombres y mujeres, para quienes esta oración es un grito doloroso que acompaña el ansia de cada día, porque se carece de lo necesario para vivir. Por eso Jesús nos invita a suplicar “nuestro” pan, sin egoísmos, en fraternidad. Porque si no lo rezamos de esta manera, el Padrenuestro deja de ser una oración cristiana. Si decimos que Dios es nuestro Padre, estamos llamados a presentarnos ante Él como hermanos, unidos en solidaridad y dispuestos a compartir el pan con los demás; en definitiva, a sentir en “mi hambre” también el hambre de muchos que hoy en día carecen de lo necesario.
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