En el mensaje final de la 119a asamblea general de la Conferencia Episcopal de Chile, los Obispos y administradores invitaron a que el próximo 8 de diciembre de este año, en todas las celebraciones eucarísticas, se haga una masiva consagración del país a la maternal protección de la Santísima Virgen María.
¿Cómo vivir esta consagración de nuestra patria a la Virgen María?
La Consagración del país y, por lo mismo de la comunidad local, este 8 de diciembre de 2019, se hace en esta solemnidad de la Inmaculada Concepción de María y en el inicio del tiempo de Adviento, tiempo penitencial de espera confiada y activa que nos ayuda a reparar por nuestros pecados y a trabajar de modo comprometido por la justicia y la paz social. En una espera activa.
La consagración se hace con aquellas advocaciones marianas a cuyas imágenes los fieles acuden con tanta fe que gozan de estimación popular. El pueblo cristiano, desde sus orígenes, ha encontrado en María aquella Madre discípula que los congrega, fortalece y consuela. Los santuarios marianos son verdaderos espacios de manifestación divina. Sedes donde se vive el culto litúrgico y el apostolado cristiano.
Según las circunstancias, la consagración del pueblo a la protección maternal de la Virgen María puede hacerse dentro de la Misa o en una celebración litúrgica de la Palabra de Dios.
Hacer un camino para encontrarse con la Virgen María implica seguir una pedagogía del encuentro con ella, que se puede expresar en las siguientes etapas:
a) Peregrinar para estar ante ella: todo peregrino que va a un santuario mariano atraviesa campos y ciudades para llegar ante la imagen de la Virgen María. Es el momento de verla y contemplarla, porque el peregrino sabe que es visto y acogido por una madre. Es el momento del encuentro personal en el que se abre el corazón y surge la confianza.
b) Confiarle lo que somos y lo que tenemos: es el momento de expresarle nuestros dolores, especialmente los dolores de nuestro país, las injusticias que viven muchos, las penurias económicas, las angustias por la salud, el temor de la vejez por unas pensiones insuficientes, la desconfianza hacia nuestros líderes, el temor ante la violencia, etc.
c) Consagrarse y comprometerse: a través de la oración en la que le presentamos nuestros país, recurrimos a su intercesión maternal ante el Padre, nos confiamos a su acción eficaz, sabiendo que ella siempre nos conduce hacia su Hijo. Por eso sabemos que nos permitirá poner a Cristo en el centro de nuestras vidas y en la vida de nuestro país . Esto exige de nosotros un compromiso decidido por el Señor que en la hora presente implica optar por la justicia y la paz.
Fuente: Comunicaciones CECh
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