Cuando el Señor sale a nuestro encuentro, nos genera un impacto profundo en nuestras vidas. Nos sentimos renovados, ya no somos los mismos, tenemos que cambiar”, destaca Alejandra Sáez, catequista de la Zona Norte, al reflexionar sobre el Evangelio de este domingo 8 de septiembre. En su comentario, Saez resalta la escena en la que Jesús, antes de sanar a un hombre con dificultades para oír, lo aparta del público. “Esto nos indica que Él no quería avergonzar a la persona. Y también nos enseña que la salvación y la sanación es personal”, señala.

Jesús, tras tocar al hombre, levanta los ojos al cielo, lo cual, según Saez, es una muestra clara de su conexión constante con Dios. “Eso significa que Él siempre pide la ayuda de Dios, la ayuda viene de Dios”, explica Alejandra, añadiendo que el suspiro de Jesús refleja su dolor profundo por nuestras debilidades y pecados.

La catequista también invita a reflexionar sobre la “sordera espiritual” que a menudo nos afecta. “Es fácil quedarnos atrapados en el ruido y las distracciones del mundo. Esto nos dificulta escuchar a Dios y a los demás”, menciona, subrayando la necesidad de abrir nuestros corazones y oídos a la voz de Dios y a las necesidades de quienes nos rodean. Para Alejandra, este pasaje es un recordatorio de que la comunicación efectiva con Dios fortalece nuestras relaciones con los demás y nos ayuda a entender mejor el caminar de nuestra iglesia.

“Aprendamos de este personaje, que su fe y su esperanza permitieron que Dios obrara en él este milagro. Vamos y anunciémonos con gozo y alegría”, concluye Alejandra Saez, invitando a todos a vivir la transformación y la sanación personal que Jesús ofrece.