“Había algo muy importante que debía hacer. El Señor me había dado una tarea a través del padre Alejandro: la catequesis. Así que me puse en las manos del Señor, pues para Él nada es imposible.” (Ana María Bravo, catequista)
Como les comentamos en la entrega anterior, con el ánimo de poder hacer comunidad en estos difíciles tiempos de pandemia, hemos iniciado un ciclo de entrevistas a catequistas que desarrollan su misión a lo largo y ancho de nuestro Arzobispado.
En nuestra primera entrega (Lee aquí la primera parte), comenzamos con la historia de vida y pastoral de nuestra amiga Ana María Bravo Torres, de la Parroquia Madre de la Divina Providencia en Puente Alto.
Les dejamos a continuación el resto de la entrevista:
Llega marzo del 2020 y comienza la pandemia, ¿qué significó eso para tu trabajo como catequista?
Fue extraño, había que guardar una larga cuarentena y encerrarse, sin posibilidad de juntarnos presencialmente, como antes, entonces le pregunté al Señor: “¿Qué hago?”. No podía quedarme con los brazos cruzados, entonces comencé a utilizar las redes sociales: Facebook, Instagram, Twitter y WhatsApp. Enviaba mensajes, algunas pequeñas capsulas grabadas, la fe no podía decaer, pedí a algunas familias que abrieran sus iglesias domésticas y grabarán una estación del Vía Crucis. Dinámica que replicamos este 2021.
Había algo muy importante que debía hacer. El Señor me había dado una tarea a través del padre Alejandro: la catequesis. Así que me puse en las manos del Señor, pues para Él nada es imposible.
¿Y cómo fue el desarrollo de la catequesis?
Hablé con cada uno de los coordinadores, tanto de la sede como de cada capilla, para que fueran puente con sus Coordinadores de CFIVE. De ahí, cuando estaba todo listo, me comuniqué con cada uno de ellos, contándoles que había tenido una conversación con el Padre Alejandro y que se podía comenzar el segundo año de catequesis, pero no estaban obligados, ya que estábamos en medio de la pandemia y esto debía de ser todo vía online. Dijeron que bueno y comenzamos. Nos subimos todos a la misma barca.
Fue una gran experiencia, todo era nuevo, tanto para ellos como para mí. Debíamos reencantarnos pues todo sería a través de una pantalla, así que tomamos como tema central la fuente y culmen de nuestra vida cristiana: La Eucaristía.
Tengo entendido que ustedes hicieron comunidad en pandemia de una forma muy novedosa, con esperanza, pensando en el futuro, ¿nos podrías contar qué fue?
¡Claro! Hablé nuevamente con cada uno de los coordinadores y los invité para que entre todos y todas escribiéramos un libro, el cual tiene de título: “Sede Parroquial y sus cinco Capillas en Tiempo de Pandemia”, fue escrito por muchos de la comunidad, ¿Por qué? Porque la mente es muy frágil y en unos años más alguien podrá tomar ese libro y leerá que sucedió en estos tiempos. El último capítulo está escrito por los papás, niños y niñas que se prepararon para la primera comunión y sus catequistas.
Como catequista me gusta que todos conozcan a un Jesús resucitado, me duele cuando le siguen colocando clavos en sus pies y sus manos y espinas en la corona.
Si alguien te comentara que siente el llamado a ser catequista, que está discerniendo esta hermosa vocación, ¿qué le dirías?
Lo único que podría decirle es que: si el Señor te ha llamado para ser catequista, dile que sí. No tengas miedo, recuerda siempre que Jesús no llamó a los sabios para ser sus discípulos, sino que llamó a personas que tenían defectos y virtudes. Uno lo entregó, otro lo negó, solo uno lo acompañó a la Cruz y los demás se escondieron.
En lo personal, doy gracias a la Santísima Trinidad. Al Padre, por la gran Misericordia que tiene con esta pecadora que un día llamó para ser catequista. A Jesús, por mostrarse cada día en las personas con sus alegrías y sus tristezas. Y al Espíritu Santo, por enviarme los dones que más necesito en este caminar. También a la Señora, la Virgen María que me ha enseñado a través de la catequesis a poder ser esposa, madre, hija, amiga y catequista.
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